"El secreto está en saber escuchar esas voces dormidas"
Lucas Palafox, 1987

miércoles, 15 de enero de 2014

LA DICHOSA VIDA DE HENRY DICKENS, EL MÉDICO.



    Henry Dickens es criador de gusanos; cierto que podría haber sido médico como su padre, pero no fue así y ahora es criador de gusanos; no obstante, todo sea dicho, la idea de imaginar esta vida alternativa se antoja bastante seductora.

    En primer lugar, si Henry hubiese sido médico no habría adquirido la vieja finca de las afueras de Lost-Village, por el contrario residiría en una elegante casa de jardines escrupulosamente perfilados, y seguramente, digo seguramente se habría casado con una joven belleza del momento, alfiler dorado de algún país del norte, finlandesa tal vez y a la cuál, con casi total probabilidad habría conocido en uno de los tantos seminarios a los que estos profesionales asisten con irrisoria regularidad, donde mucho se habla de viajes exóticos, de vinos con acento francés y joyas de Piaget; de banquetes de postín y mujeres de festín; y algunas veces de medicina. Entonces nada de soledad en un caserón, nada de conversaciones con retratos sin retrato, de preguntas sin respuesta, nada de extrañas aficiones, nada de gusanos. Desorden, ajetreo y bullicio eso sí, la verdadera rutina en la ciudad, la gigante gris, el gran decorado, eternas avenidas, restaurantes, boutiques, ilustres colegios de arquitectura, de medicina, de abogados, de todo; hospitales, edificios de vértigo repletos de personas. Colmenas. Allí si que es imposible sentirse solo. Si Henry hubiese sido médico no dudo que tendría multitud de visitas, seguro gente muy importante como un inspector, o un juez, o más aún, un político. También conocería cirujanos, abogados, periodistas, y profesores, y arquitectos y escritores. Pero Henry no es médico. Aún así, continuaré con el juego de esta suposición y obviando la realidad de que todo el mundo quiere tener un amigo médico, es muy probable que si Henry hubiese sido médico, alguno de todos estos amigos, en algún momento de las muchas visitas a las que estaría habituado se diese cuenta de su más que notable deteriorada figura, de su falta de apetito, de su piel amarillenta, como de reptil, o de sus ojos amoratados, no sé, de los sudores fríos quizás, qué sé yo. Si Henry hubiese sido médico al menos una de esas personas lo hubiera acompañado en sus últimos días, agarrado su mano cuando él tan solo tenía fuerzas para existir, rezándole al oído al final, al menos alguien, el cirujano o el periodista, o el político habría escuchado ese último deseo. Pero Henry…

    Bien, cierto es que Herny Dickens podría haber sido médico como su padre, pero no fue así y ahora yace en su cama, en una vieja finca a las afueras de Lost-Village, criando gusanos.


1 comentarios:

Perlas de Baily dijo...

Me gusta. Como siempre tu imaginación está enorme.

 

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