"El secreto está en saber escuchar esas voces dormidas"
Lucas Palafox, 1987

viernes, 29 de agosto de 2014

Proyecciones

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Hieren mis ojos las luces que se cuelan.
No les pido me cuenten su versión de este mundo, pero se cuelan.
Ignoran mi deseo de no saber y transgreden crueles mis pupilas,
se cuelan, se cuelan sin piedad.

Proyectan figuras en mi cabeza porque me piensan su caverna.
Intrusas, falsarias. Impostoras.

No puedo ver quien manipula los perfiles.
No puedo ver quien manipula.
No puedo ver quien.
No puedo ver.
No puedo.
No.

… y engaña mis retinas,
y envenena mi pensamiento.

Prefiero oler y escuchar y sentir con mis manos y saborear con mis manos, lo prefiero todo menos la mentira de mis ojos. Deseo la pureza del ciego, el mundo de la imaginación. Simular contornos bajo la sombra. Suponer tu existencia en el silencio, en silencio. Quiero ser ciego y dibujar rostros con la voz.


Me queman dentro las luces. 
No siento.
No saboreo ni escucho,
ni siquiera te huelo en mis manos.

Pero eso no importa;
soy un cronopio.







domingo, 10 de agosto de 2014

EYE IN THE SKY

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          Tiene tanto de mí que ha cosido su nombre a mi sombra. 
       A menudo la pienso observando desde el umbral de mi ombligo, escondida tras la blusa blanca, sentada, con un ojito cerrado y el otro entreabierto y el otro también cerrado bajo la membrana, ansiando descubrir algo nuevo con que jugar. Algunas tardes en las que me tumbo a leer la escucho cantar, I am the eye in the sky, divertida tras la piel, looking at you, con su rostro sobre mí, I can read you mind, haciéndose notar. Luego, cuando entiende que no habrá más hallazgos se duerme, entonces todo se calma, todo se silencia en mí y ya solo queda en la casa el sonido de nuestros latidos. Yo procuro andar de puntillas, hablar bajito si hablo y cerrar todas las persianas que encuentro; temo que algo la alerte o que no esté cómoda; prefiero que siga pensando que es la única superviviente. 
          Se lo difícil que resulta vivir confinada en un espacio tan reducido pero ahora mi vientre es el lugar más seguro que conozco. Además, yo también vivo desde aquella noche enjaulada en esta casa, como un animal temeroso de una simple luz, sin saber siquiera si aún siguen ahí afuera, esperando volver encontrarme entre el centeno. Así que pienso mantenerla en mis entrañas otros treinta meses más si es necesario porque, si decide salir, no me quedará otra que contar la verdad y entonces nadie me creerá.



 

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