"El secreto está en saber escuchar esas voces dormidas"
Lucas Palafox, 1987

lunes, 24 de noviembre de 2014

No bajaron los buitres el último invierno


Nos tumbamos sobre el pasto seco de las primeras cercas. 

Los buitres jamás vinieron. 

Y aún la hierba abraza nuestros cuerpos; tampoco mañana volveremos a casa. 

A veces el hambre se agobiaba allí dentro. La oscuridad y el silencio del cobertizo ocultaba nuestros contornos desnutridos negando su obra, eso le hacía salir; entonces las bestias comenzaban a enfermar fuera del cortijo, seguramente. 
Mi hermana me contó que cuando un animal muere los buitres bajan desde las altas cumbres de la sierra en busca de su cuerpo, aunque yo un día vi un tejón atiborrado de larvas y moscas que devoraban el interior de su carne ya podrida, algo así como un enjambre de vísceras, dudo que dejaran algo para las aves. 
El tiempo allí abajo era más lento, si no se hacen cosas se vuelve torpe, eso lo descubrí yo. A mi me gustaba cantar y contar historias, como hacía con Jorge y Miguel, pero a mamá no. Sí jugábamos a estar en silencio, a ignorar el sonido de los pasos de madera sobre nosotros, a no escuchar las voces de las voces que escuchábamos. Mamá se tomó este juego muy enserio, incluso después de ser descubiertos jugaba a no escuchar las voces de las voces que escuchábamos, y nos tapaba los oídos.

Cuando salimos la luz quemaba como sol de agosto.
Me sorprendió comprobar que, en los pastizales, no había bestias enfermas.
La higuera del patín había muerto como todos los inviernos.

Luego mamá quiso adelantarse y esperamos a que volviera, mientras ella seguía jugando a no escuchar las voces de las voces que nosotros aún escuchábamos. Gritaban.
Cuando nos miró la luz de sus ojos quemaba como sol de agosto. 

Mi hermana me contó que los buitres, cuando un animal muere, bajan; fue por eso que nos tumbamos sobre el pasto seco de las primeras cercas fingiendo estar muertos. Aquel día yo le conté lo del tejón y ella me abrazó. 

Los buitres jamás vinieron.

Y aún la hierba abraza nuestros cuerpos; tampoco mañana volveremos a casa.



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