El horizonte ondeaba como un espejismo,
tras un océano pardo de pasto seco y acacias dispersas. Siluetas de gacelas se
dibujaban en la distancia de aquel lugar primitivo. Carlota agarró el brazo de su esposo que la
besó en la frente mientras avanzaban despacio tras los pasos descalzos de
Abdou. Le seguían en silencio, observando un sol que latía tras la sabana, el
mismo que adornaba los folletos de la agencia de viajes, el corazón de África,
un sol rojizo como el color de su tierra, como las pinturas que adornaban el
rostro del guía, como su túnica, rojo como la sangre de su pueblo. Abdou se
detuvo al pié de la planicie, más allá de la meseta, en el límite de la tierra yerma,
y alzando su vara hacía el muro de matorrales que se abría ante ellos, les dijo:
-
Será esta nuestra última parada y creo
la más especial. Os mostraré un lugar sagrado para mí. No quiero que este viaje
acabe sin la marca de este pueblo, de mi pueblo. Sin saber la realidad de su
pasado y su presente, sin conocer el causante del color de esta tierra, sin
sentir el clamor de sus canciones y que son sinónimo de lucha y sufrimiento,
del batir de los tambores que nacen de
la tierra africana y que no olvidan, como no olvidan los ojos de sus hijos. Y
es que no hace mucho, que en el corazón de esta zona boscosa había una aldea en
la que siete familias vivían. Un lugar en el que padres enseñaban a sus hijos a
cazar, como sus padres lo habían hecho con ellos, y los padres de sus padres anteriormente. Pero ya sabéis que esta es una tierra rica,
que el dinero corrompe todo cuanto toca. El hombre occidental llegó para
exterminar este pueblo, para matar otro hijo
de África.- Abdou hizo una pausa para ahogar sus palabras, un silecio vestido de suspiro, más denso y pesado que su propio cuerpo. Ycon la mirada enterrada en lo más profundo de aquel basto matorral continúo diciendo.- Hay una antigua canción que habla de un niño nacido del fuego, olvidado
entre chozas en llamas y acunado en el vientre de un baobab centenario a pies de la
meseta. Un niño que creció entre fieras y al que llaman el Pastor de Hienas.- La pareja lo observaba sobrecogida,
entre cruces de mirada y crudos silencios que rezaban a un pueblo mutilado, al
fatídico final de un sinfín de generaciones disipadas, erradicadas por la
codicia de un mundo envenenado de sí mismo, excedido de soberbia y olvidado de
sus raíces.
-
¿Es real la historia de esa canción?- Carlota reflejaba en sus ojos la angustia
y el desamparo de una historia llena de sollozos y orfandad, estremecida en la
idea de un niño desatendido, arropado por un hábito que solo olía a muerte y
desesperanza.
-
No.- Contestó seco, con la mirada aun fija en el interior de la
franja boscosa, oculta entre la negrura alimentada por un sol que se escondía
tembloroso entre el pastizal.- Pero… ancianos
del lugar cuentan, que hay noches en
las que se deja ver, deambulando entre restos del que antaño fuese su pueblo y
donde oculta una jauría de hienas hambrientas, dicen que las bestias se acercan
a su cuerpo y le reconocen en la noche entre estremecedores gemidos que ruegan
a los muertos y que las alimenta, con
personas vivas. Aseguran que es él, el Pastor de Hienas. Abdou volvió la
cabeza hacia los recién casados y tendiendo su mano hacia la maleza concluyó. -
Bueno, esta es mi tierra, y estas, las
historias que la pueblan. Ahora os mostraré las cenizas de mi pueblo…
Y entonando una vieja canción el guía se
adentro en la espesura de donde emanaban sonidos de tambores de la tierra,
mientras en la oscuridad del matorral, despertaban destellos ovalados y risas
sordas de venganza.
Hijo de
África nacido de la luz,
no
olvidas tu pueblo, no olvidas tu tierra.
Hijo de
África, no olvides tu tierra…
África te
protege, porque es tu madre
África te
acuna porque tú eres África.
Tú eres
tu tierra, tú eres tu pueblo,
Tú eres
fuerte África, África, África…
Tu eres
África y vives en sus criaturas
Tu eres
África y vives en sus raíces.
Hijo de
tu tierra sus seres te protejan
Pastor de
hienas no olvides tu tierra.
Hijo de
África nacido de la luz…
2 comentarios:
La pareja se encontró con algo más allá de los folletos publicitarios turísticos.
Inesperado y misterioso.
Latente y profunda fuerza que despide misterios ancestrales.
Final expectante.
Una buena siembra literaria.
Gracias Masmoc, me alegra tenerte como lector en el blog y más aún el poder disfrutar de tus anotaciones en forma de comentarios.
Sin duda esta "siembra literaria" no sería posible sin el riego y cuidado de sus lectores.
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